Seguramente has escuchado hablar o leido mil veces sobre está interesante combinación, pero hablar de ello de una manera realista y entendible para todos ya no suele ser tan habitual.
A parte del típico atracón de chocolate cuando tenemos la regla, deborar helado del cubo de un litro cuando tenemos mal de amores, o la paradita en la pastelería de camino a casa el viernes por la tarde como premio por la dura semana laboral… muchas veces sentimos una imperativa necesidad por comer algo en concreto. Lo asociamos a algo negativo, a la ansiedad que cada uno tenemos por nuestras cosas, al hambre emocional ocasionado por algunas carencias psicológicas… pero esto no siempre es así y si lo es, debemos entender porqué.
Como base, nuestro cuerpo tiene sus necesidades nutricionales y nuestra mente sus necesidades emocionales. Por lo tanto es natural que nuestro cuerpo nos pida ciertos alimentos y nuestra mente nos pida sentir ciertas emociones. Hasta ahí todo bien, el problema es cuando no entendemos ni a uno (el cuerpo) ni a otro (la mente) y esas necesidades y por lo tanto, esos deseos se mezclan entre sí, digamos que se crean interferencia en la comunicación yo – cuerpo y yo – mente.
La solución empieza por parar, aprender a desconectar y entender la unión de todas las partes que forman nuestro yo. Pon fin al sentimiento de culpa y reconecta contigo misma y tu mundo interior para obtener las primeras respuestas.
¿Cuánto tiempo te dedicas al día únicamente para ti? ¿Cómo se queja tu cuerpo, prestas atención a tus síntomas? ¿Cuándo te apetece un dulce a qué hora del día suele ocurrir, con qué lo relacionas? ¿Cómo es tu estado de ánimo a lo largo del día? ¿Cómo has alimentado a tu cuerpo anteriormente? ¿Y a tu mente? ¿Has hecho algo creativo hoy? ¿Ejercicio físico?
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